Daniel Quintero Calle está viviendo en carne propia la viudez del poder, que conlleva no contar con los aliados que hasta hace algunos meses eran felices defendiéndolo por intereses burocráticos y económicos.

Sus trinos sobre lo que le puede pasar con EPM con la demanda de Hidroituango por parte de la Gobernación, y las denuncias que instaurará contra Federico Gutiérrez Zuluaga, por supuesta injuria y calumnia, han pasado de agache. Sin repercusión alguna.

Los escuderos (contratistas y funcionarios lambones llenos de burocracia) ya no están replicando sus contenidos y defendiéndolos. Desde hace varias semanas andan de paseo, en otros asuntos, y hasta buscando pista con los nuevos gobiernos. No hay quién lo defienda como en tiempos de revocatoria.

Hasta el mismo Gustavo Petro Urrego continúa siendo tímido en apoyar a quien se diera la pela en Antioquia por sus ideales. Ningún cargo en lo nacional cuando ganó la presidencia, y menos ahora cuando requiere un oxígeno con una embajada o algo que lo mantenga vigente.

Cuando usted quiera conocer la verdadera naturaleza de alguien véalo cuando tenga poder, fama o dinero. Daniel Quintero Calle es reflejo de ello. Una vez asumió el cargo cambió. Se sopló de soberbia y empezó a desencantar a quienes pensaban que ese cuento de El Tricentenario era real en cuanto a una política de vida.

Es la primera vez en 20 años que un gobernante termina con tan mala imagen. Superó la vajilla de Luis Pérez; las pirámides y la biblioteca España de Fajardo; las peleas de Alonso Salazar, y la soberbia de Aníbal Gaviria Correa con las vice alcaldías. Daniel Quintero Calle lo superó todo y dudamos que haya dejado piso para tener juego político en lo regional, como lo han hecho varios de los mencionados anteriormente.